El amor de madre es primitivo

El amor de madre es lo más primitivo que he experimentado en mi vida, y me encanta ❤️

El reloj biológico (y social) de la maternidad

Todo empieza cuando un día te levantas pensando, ¡quiero ser madre! Aunque, seamos honestos: esto no funciona siempre así… A veces es que tus amigas empiezan a ser mamás a tu alrededor y te hacen cuestionarte qué tal lo harías tú. O quizás es tu pareja, o tu familia, o esos conocidos metomentodo que no hacen más que preguntarte para cuándo un bebé en la familia, que se te pasa el arroz chata. O tal vez  sea culpa de los medios, la publicidad y el marketing, atiborrándonos de bebés monísimos y de anuncios sobre maternidad y reproducción asistida cada día más… Sea como fuere, a muchas de nosotras se nos enciende el reloj biológico (y social) de la maternidad en algún momento de nuestras vidas.

El reloj biológico de la maternidad

Convertirse en mamá no es moco de pavo. De hecho, convertirse en mamá es mucha tela. Empezando porque si no tienes pareja necesitarás acudir a una clínica de fertilidad y hacerle perrerías a tu cuerpo para que te planten la semillita. Siguiendo con que quedarte embarazada cambia tu cuerpo, tu vida social, tus hábitos alimenticios y alcohólicos, y hasta tu vida profesional. Y terminando con que cuando todo eso pase, tendrás un hijo o hija que dependerá totalmente de ti durante los próximos 10-15 años (o 20-25 tal y como están las cosas últimamente), y parcialmente durante el resto de tu vida.

Dicho así no parece una tarea fácil, entonces, ¿por qué queremos las mujeres ser mamás? Pues por ese reloj biológico que es puramente primitivo y sirve para garantizar la supervivencia de la especie; y por ese otro reloj social que comentaba, y que es inherente a la vida en sociedad, valga la redundancia. Pero ojo, no me malinterpretéis, que no digo esto como algo malo: ¡ese reloj es la leche! Ese reloj nos inyecta en vena un anhelo inigualable, que nos hace felices solo por el simple hecho de existir en nuestro pensamiento. Es una p*** droga, y de las buenas 🙂

¿No os parece maravillosa la naturaleza, que consigue a través de reacciones electro-químicas en nuestro cerebro, en nuestra alma, o como sea que esas cosas funcionen, que aceptemos y busquemos la maternidad, haciéndonos inmensamente felices, aún a sabiendas de todos los sacrificios que ello conlleva? A mí me fascina, total y absolutamente.

Nosotros, humanos, nos consideramos inteligentes. Y cuanto más inteligentes, menos primitivos, y cuanto menos primitivos, más racionales y menos sentimentales. Eso es al menos lo que nuestra sociedad parece asumir, yo incluida, y la industria del cine es una buena muestra de este sentimiento colectivo. Producciones como «El planeta de los simios», «Star Trek» y «Ultimátum a la tierra» dan fe de ello.

Cuando una mujer decide ser mamá o se queda embarazada «por sorpresa», y sigue adelante, aceptando lo que la maternidad conlleva, es su lado más primitivo y sentimental, menos racional e inteligente, el que parece predominar.

El instinto maternal

Después de 9 meses de embarazo, síntomas, cansancio, panzota, abstención alcohólica y un parto que seguramente dejará secuelas en tu vagina y/o barriga, tenemos por fin a nuestro bebé en brazos y llega eso que llaman el instinto maternal.

El amor de madre es primitivo

A partir de ese momento vives para él (o ella), eres casi su esclava, es como tener un perro pero a lo bestia: le cuidas, alimentas y observas las 24h del día, usando todo tu tiempo, dinero y paciencia sin moderación. Esa cosita, ese bebé que acabas de parir (literalmente), no ha hecho nada por ti, no ha hecho absolutamente nada para ganarse tu amor, solo existir, y sin embargo ya lo quieres más que a nada en el mundo, y matarías por él. Sí, matarías, pero, ¿por qué?

Mi respuesta es simple y me temo que un poco repetitiva ya a estas alturas del cuento: porque somos seres primitivos, porque la naturaleza es sabia y nos predispone genéticamente, nos manipula con altos niveles de oxitocina y vete tú a saber qué más, nos droga, y mola mucho. Sí, la naturaleza es una granuja manipuladora, que nos regala felicidad infinita a cambio del pequeño sacrificio que supone no extinguirnos. Y nosotros que nos creemos inteligentes caemos, y caemos a sabiendas que es aún peor (o mejor, según se mire). Y caemos orgullosos y felices, y lo gritamos a los cuatro vientos, y escribimos cosas raras como esta y las publicamos sin pudor.

Mi hija es, sin ningún lugar a dudas, lo más primitivo, profundo y trascendental que me ha pasado en la vida. La quiero más que a nada en este Mundo, en el Universo conocido y por conocer, y lo que sea que haya más allá. Gracias por existir, Lara, te amo.

 

Suscríbete a mi blog

Introduce tu email y recibirás las notificaciones de nuevos posts en tu bandeja de entrada.

← Entrada anterior

Entrada siguiente →

6 Comments

  1. Primitivísimo. Y lo más de lo más, un tópico hecho carne, piel y corazón. Y en mi caso, ni presión social, ni familiar, ni por que tocaba ni ostt…Siempre quise ser madre. Ni idea de por qué, era así u punto. Y porque no me da el cuerpo, que si no aún caía un tercero…
    Llámame loca 🙂

  2. Yo me siento mamífera total desde que fui madre. El olorcito de su cabecita cuando nació, la oxitocina corriendo por todo mi cuerpo, el subidón al ver que has sido capaz de crear vida y dar a luz…Verlos dormir, crecer…es maravilloso!

    • Mamá Feliz

      Totalmente. La maternidad es realmente un milagro, es magia, es sobrenaural y es preciosa ❤️

  3. A mi me ha llegado el reloj biológico a mis 33!! me está sirviendo leerte, tmb optaré por la inseminación 🙂

Deja un comentario